¡Justo homenaje se le hace al caído en la batalla!;
para homenajear al vivo faltan la fuerza y la agalla.
En el horror de la tumba descansa un cuerpo deshecho;
el pobre sobreviviente lleva la tumba en el pecho.
¡Hondo silencio se guarda a la memoria del muerto!,
mas la memoria del vivo es un silencio desierto.
La cruz de madera blanca guarda un sueño penitente;
el vivo ciñe su cruz en un sueño recurrente.
Los dos lucharon valientes en el frío austral e inerte:
el muerto perdió su vida y el vivo ganó la muerte.
Dos puntas para un regreso tan fatal como nocivo:
tan "gloriosamente" muerto o tan "tristemente" vivo.
El muerto, por quieto y mudo tiene su lecho ganado;
vaga el vivo con su ausencia, en vilo y desocupado.
El muerto es el frío absurdo; la tristeza congelada;
el puñal embanderado de una clase castigada.
El vivo es la herida abierta, como la deuda pendiente
pagadera a tiempo eterno con un depósito ausente.
Los libros de historia adulan al prócer de un tiempo ido;
hay un prócer que camina sepultado en el olvido.
Y otro con el cuerpo tieso, enterrado desde el nido,
ese que quedó truncado por capricho de un bandido.
Vivo con muerto comparten un suelo patrio perdido.
jueves, 6 de mayo de 2010
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